martes, 11 de agosto de 2015

Lecturas...

A veces te escucho...

En un encuentro, como de costumbre, ella intenta el inicio de un diálogo:
-Somos una pareja insólita.
 -¿Lo crees?, ¡A mí no me lo parece!
-Porque siempre estás distraído, mirando el reloj, revisando tu agenda, calculando fechas y pagos; dedicando muy poca atención a cuanto te digo.
-¡Eso no es cierto! Que estoy muy ocupado es innegable, pero de allí a tildarnos de “insólitos”… Creo que no alcanzo a comprenderte.
Ella sostenía su cara sobre su mano izquierda, flexionada sobre el antebrazo cuyo codo casi se introducía en la mesa del bar a consecuencia del tiempo que llevaba en la misma posición. El tomaba sorbos de café con su mano derecha, cuando cambiaba de mano -por unos segundos- el bolígrafo que usaba para seguir anotando cosas en su libreta. Ella miraba a través del ventanal escribiendo metáforas con su mente, acerca de las historias que imaginaba de los caminantes allí afuera. El anotaba posibles clientes, teléfonos para hacer llamados, bebía un poco más de café sin levantar la mirada. Ella había dejado su tarea en el hospital hacía una hora y él llevaba mucho tiempo sin dejar de hacer aquello.
A un año de conocerse, desde que un amigo en su post-operatorio los presentó (cuando él fue a visitarlo en tanto ella le hacía los estudios de rutina), la relación entre ellos tenía pocos momentos de intereses compartidos.
-¿Por qué quieres dedicarle tantas horas a tu trabajo?
Por un momento él la miró desconcertado, dejó lo que estaba haciendo apoyando una mano sobre otra encima de la agenda al tiempo de responder:
-Cuanto más dinero produzca, más pronto alcanzaré el bienestar que espero para los dos.
Con ternura, ella lo miró a los ojos, depositó sus propias manos sobre las de él palmeándolas suavemente. Luego recogió sus propias cosas, colgó su bolso sobre el hombro, apenas rozó los labios de él diciéndole:
-Cuando aquéllo en que nos convertimos nos convence de que eso somos y nos aleja de las personas que amamos, deberíamos volvernos a mirar. Quizá nos parezca estar pensando en el otro, cuando en el fondo todo lo estamos haciendo siempre por nosotros. Te dejo con tus números; me voy con mis metáforas y creo que ambos aprendimos mucho en este día, con una reflexión de apenas cinco minutos.
Graciela González
De “Todo el año contigo”




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